Decálogo de la redacción

Decálogo de la redacción

1. No empieces a escribir inmediatamente. No tengas prisa. Date tiempo para reflexionar sobre lo que quieres decir y hacer (el texto, el propósito, el lector…).

2. Utiliza el papel como soporte. Haz notas, listas y esquemas. No te preocupes si están sucios, mal hechos o si no se entienden.

3. Emborrona, borrajea, garabatea todo lo que haga falta. No tengas pereza de reescribir el texto una y otra vez.

4. Piensa en tu audiencia. Escribe para que pueda entenderte. Que tu texto sea un puente entre tú y ella.

Escribir es hablar por escrito. Si no tienes a tu oyente delante, conviene que lo guardes en el recuerdo, en el pensamiento. Escribe para él o ella y facilítale la tarea de comprenderte. Usa palabras que comparta contigo, explícale bien y poco a poco lo que sea difícil —¡tal como lo harías en una conversación!—, anticípale lo que le contarás, resúmelo al final. Asegúrate de que entenderá. Si le abandonas tú, mientras escribes, te abandonará también él cuando te lea.

5. Deja la gramática para el final. Fíjate primero en lo que quieras decir: en el significado.

6. Dirige concientemente tu composición. Planifícate la tarea de escribir.

7. Fíjate en los párrafos: que se destaque la unidad de sentido y de forma, que sena ordenados, que empiecen con una frase principal…

8. Repasa la prosa frase por frase, cuando hayas completado el escrito. Cuida que sea comprensible y legible. Busca economía y claridad.

9. Ayuda al lector. Fíjate que la imagen del escrito se esmerada. Ponle márgenes: subtítulos, números, enlaces…

Leer también es conducir: recorremos palabra por palabra la carretera que va de una mayúscula inicial a un punto final. Procura que el camino sea leve… Avisa al lector… el sentido de las palabras, las ideas importantes, los cambios de tema.

10. Deja reposar tu escrito en la mesita. Déjalo leer a otra persona, si es posible.

Cuatro ojos ven más que dos. Y si se trata de dos ojos distintos, verán un texto diferente. Éste es el examen más auténtico que puedes hacer de tu escrito. Pregunta a tu cómplice lector todo lo que quieras. Escucha lo que tenga que decirte. No te justifiques ni te defiendas. Aprovecha sus críticas para mejorar el texto. Aún no es tarde. Todo lo que puedas enderezar ahora no se te discutirá más tarde… ¡cuando llegue aquel momento en el que los autores tenemos que dar cuenta de nuestras obras!

Adaptado de: Daniel Cassany, La cocina de la escritura. Barcelona, Anagrama (Colección Argumentos, 162), 1999 [1993], pp. 237-241.